Menopausia y trocanteritis

Menopausia y trocanteritis

La trocanteritis es un dolor de cadera más frecuente en mujeres, especialmente tras la menopausia debido a los cambios hormonales. Descubre sus síntomas y cómo tratarla.

Índice

¿Qué es la trocanteritis?

La trocanteritis es una patología que afecta a la cadera y provoca un dolor muy molesto complicado de tratar. Es un dolor en el en el trocánter, el hueso lateral del fémur en la parte alta del muslo. Es la quinta causa más habitual de consulta por dolor en las articulaciones.

Implica dolor lateral en la cadera que suele empezar al estar tumbado de lado, andando o sentado durante mucho tiempo.

Se le conoce también como síndrome doloroso del trocánter mayor (SDTM) o GTPS (greater trochanteric pain syndrome) por sus siglas en inglés. Engloba dolor en la parte lateral de la cadera cuyo origen puede encontrarse en una fascitis, bursitis trocantérea, trocanteritis o tendinosis (afectación crónica del tendón) de los glúteos, en especial del glúteo menor y medio.

Síntomas de la trocanteritis

- Dolor agudo y punzante en un lado de la cadera, sobre todo en ciertas posturas, que puede irradiar por la pierna hasta al tobillo.

- Alteración de la forma de caminar.

- Dolor en la parte superior del glúteo, llegando a la lumbar.

- Dolor al dormir acostado sobre el glúteo que impide o dificulta el sueño.

- Debilidad muscular.

¿Qué relación hay entre la trocanteritis y la menopausia?

La trocanteritis es una patología más frecuente en mujeres pasados los 50 años por dos motivos:

1- La forma de la pelvis de las mujeres es diferente a la de los hombres, con una mayor angulación que puede producir una mayor presión en la fascia lata (la parte más externa de la aponeurosis del muslo), la bursa (pequeño saco lleno de líquido situado en la articulación de la cadera) o el trocánter (tubérculo del fémur cerca de la articulación con el hueso de la cadera) al haber una mayor separación entre los fémures.

2- La llegada de la menopausia altera los niveles de las principales hormonas sexuales, estrógenos y progesterona, lo que aumenta el riesgo de sufrir problemas en las articulaciones y los huesos como la trocanteritis. También la pérdida de masa muscular en los glúteos es mayor en las mujeres tras la menopausia.

¿Cómo se diagnostica la trocanteritis?

El diagnóstico del profesional de medicina suele basarse en la historia clínica, la sintomatología y la exploración física. Además, se puede realizar una radiografía de cadera para comprobar si existe calcificación en el hueso. No obstante, la calcificación no es la causa, sino una consecuencia de la trocanteritis.

Además, si se realiza una resonancia magnética nuclear puede verse la bursitis o la tendinitis si existieran.

¿Cuál es el tratamiento para la trocanteritis?

Al principio, el tratamiento va encaminado a estirar toda la zona, tanto la fascia lata como la zona de los isquiotibiales para aumentar la elasticidad, reducir la rigidez y reducir el dolor. También se recetan antiinflamatorios y kinesiología.

La crioterapia ayuda a calmar el dolor. Hay que aplicarse hielo en la zona de 10 a 15 minutos cada 3-5 horas hasta que desaparezca el dolor inicial y luego 2 o 3 veces al día durante 2-3 semanas.

Después, suele recomendarse fisioterapia con elasticidad ultradirigida, ultrasonidos, onda corta y/o masajes para mejorar los síntomas. Normalmente, con 8 semanas de tratamiento mejora tanto el dolor como la movilidad.

Si pasado este tiempo el paciente no mejora nada, hay que realizar tratamientos más específicos como infiltraciones locales de corticoide combinado con anestésicos. Con estas infiltraciones se pretende llegar al punto del dolor para neutralizarlo.

Las infiltraciones se pueden repetir, pero no es conveniente más de 3 o 4 en un mes porque los corticoides pueden debilitar los tejidos, sobre todo de los tendones.

En los últimos años se han empezado a usar las infiltraciones de plasma del propio paciente mediante las técnicas de obtención de PRP (plasma rico en plaquetas). El tratamiento de PRP consiste en extraer sangre al paciente, centrifugar la sangre para aislar las plaquetas, separar la parte de plasma e inyectarla en el lugar de la lesión estimulando la producción de factores de crecimiento que intervienen en la regeneración y reparación del tejido.

Si nada funciona, hay una nueva técnica que se ha empezado a usar con gran eficacia desde hace unos años que consiste en aplicar ondas de choque sobre el trocánter dañado. Se realiza en sesiones de unos 5 minutos durante 3 a 5 semanas y, como decíamos, es muy efectivo y reduce el dolor hasta en un 60% en unas 5 sesiones.

En último término, se puede recurrir a la cirugía. Se puede realizar una cirugía endoscópica para abrir la fascia lata, revisar la bursa del trocánter y disminuir la tensión directa a la fascia. Si hace falta, se puede extraer la bursa, reparar el tendón e incluso revisar el nervio ciático si está afectado.

Es una operación de bajo riesgo, pero requiere una rehabilitación larga y muchas veces comporta dolor durante meses e incluso años, por lo que solo se lleva acabo si no hay más remedio. Lo bueno es que hasta el 95% de los pacientes operados consiguen ser asintomáticos o tener un dolor muy leve que les permite continuar con su vida.

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